lunes, 22 de junio de 2015

Inexperiencia

El hombre consultó su reloj y se sentó en la silla. Removió el café con calma, con la seguridad de quien tiene experiencia en dominar la mesa de reuniones. Se llevó la taza a los labios, pero no bebió. Era el gesto lo que importaba, no su función.

—Voy a comprar ese apartamento en Londres. Y la casa en Bath.

Dos frases asestadas con limpieza. No necesitaban introducción, ni florituras que adornaran la expresión aséptica del rostro. El otro hombre arqueó las cejas. Cruzó una pierna sobre la otra y se apoyó en el respaldo de la silla.

—¿Ha sido un buen negocio?

Tres segundos y medio de silencio. La demora en la respuesta era ensayada; el efecto, impecable. Encogió ligeramente los hombros, se podía permitir un capricho de modestia fingida. La destreza en el manejo de la elipsis iba a juego con la superficie brillante de la mesa en la que se reflejaba la lámpara dorada. Por la ventana se colaba el ruido alejado del tráfico y la luz de las últimas horas del día. La respuesta llegó con un movimiento de cabeza. Un gesto conciso, tan exacto como sus palabras.

Y luego sonrió. Sin excesos, ni boato; pero con satisfacción. Era una mueca afilada, curtida en negociaciones y firmas de contratos. El otro hombre se irguió en la silla, se ajustó la chaqueta del traje y le copió la actitud. La sonrisa cómplice despuntó en carcajada corta, informal.

En esa risa espontánea había juventud, impaciencia, proyectos, futuro.

Y también inexperiencia.


BB.



No hay comentarios: