sábado, 11 de abril de 2015

Desde cero

Me preguntaba cómo había llegado hasta allí. Qué aventura caprichosa se había cruzado en su camino y la había hecho subir a un avión para llevarla a la otra punta del mundo. En qué momento había decidido que lo dejaba todo atrás, que empezaba desde cero.

La observé a hurtadillas mientras apuraba el café frío. Se movía por la sala con soltura, con una seguridad nerviosa que se deshacía en sonrisas y comentarios amables. Ese día se había puesto un vestido gris que le llegaba hasta los pies y botas abiertas en los talones. También me pregunté si aquellas prendas eran estudiadas, si el cambio de vida implicaba a su vez una renovación de armario.

Hablaba deprisa, con un acento marcado, distinguible. De muy lejos. Y cuando cogía un poco de carrerilla condimentaba las frases con palabras en italiano. Unas veces las traducía y otras no; pasaba tan rápido por encima de ellas que el interlocutor no tenía tiempo de confirmar que se había perdido en el discurso.

Me preguntaba cómo había llegado hasta allí. Si había sido cosa del azar o se había colocado delante de un mapa a elegir destino. Si había dicho, ésta voy a ser yo a partir de ahora.

Y me intrigaban las historias que dejaba a medio contar. Eran su rastro de migas. Por si se perdía en el ir y venir y no lograba volver hasta sí misma. Hilvanaba los recuerdos con agilidad, sin llegar nunca al final. Cuando vivía en. La vez que viajé a. El día que me mudé con. Y el cuento quedaba abierto. Y que el lector pusiera de su parte para desentrañar el argumento.

Me preguntaba cómo había llegado hasta allí. Si se reconocía por las mañanas cuando se miraba en el espejo. Si se echaba de menos.


Me preguntaba si algún día se le ocurriría escribir su historia. Pero para eso tendría que atreverse a colocar un punto y final. 

Y entonces sí que tendría que empezar desde cero.


BB.

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