viernes, 13 de febrero de 2015

Reflejos


Se percató de que, otra vez, había perdido la cuenta del tiempo que llevaba mirándose en el espejo. Mirando, sin verse. Empezando por el perfil de la barbilla, la boca pequeña, la sombra de la nariz y obviando los ojos claros para retocar, con una mano experta, un mechón rebelde del pelo castaño. Era un repaso rápido, desganado, tras el cual se atrevía por fin a enfrentarse a su propia mirada. La esperaba siempre más dura y afilada. Se sorprendía al encontrarla apacible, de un azul estancado. De una calma engañosa.

—Eres el mar antes de una tormenta de verano —le había dicho él una vez. Y ella se había dejado besar, arrullada por las palabras que no llegaban a tocarla.

Quizás por eso evitaba mirarse de verdad y su reflejo en el cristal enseguida perdía nitidez y se convertía en una mancha borrosa e indefinida. No quería encontrarse con su barrera, la que ella misma había puesto allí, esa tormenta que bullía en el horizonte y que nunca llegaba a estallar. 

Cuando pensaba en él, veía su bigote. Podía repasar, como si estudiara el recorte de una fotografía olvidada en el fondo de un cajón, el contorno recién afeitado que contrastaba con la palidez de la piel y los bordes deshilachados que invadían el labio superior. Y luego lo veía sonreír. Descorría la cortina para dibujar esa mueca de hombre pretendidamente serio. Cuántas veces se burló de su falsa apostura. Cuántas veces él la observó por encima de las gafas, apartando la mirada del libro, fingiéndose ofendido.

Habían coincidido pocas veces los dos frente al espejo. Uno al lado del otro. Él más alto, espigado, el cuello desabrochado de la camisa y los calcetines desparejados. Ella... Ella evitando tropezarse con los ojos, los de ambos, y buscando el horizonte por encima de los hombros de él. Huyendo del reflejo de la imagen. Lejos, donde el azul no la tocara. Donde no pudiera alcanzarla.

Y se miraba. Sin verse.


BB.



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