domingo, 18 de enero de 2015

Fantasmas


La habitación estaba en silencio, vacía. 

No había nadie, pero ella estaba allí. 

Se había sentado en la cama y miraba por la ventana. Contemplaba absorta la lluvia constante y el cielo gris, el tejado encharcado de la casa contigua, el movimiento de los árboles cuando el viento silbaba entre sus ramas. Sujetaba el teléfono apagado en una mano, casi esperando una llamada que no podía llegar, y en el suelo, sobre la moqueta, se extendía una infinidad caótica de papeles. Hojas en blanco arrugadas, arrancadas de libretas, líneas a medio escribir. Estaba cómoda en aquel desorden, una página más esperando a ser rescatada.

La habitación estaba vacía, pero ella estaba allí. Permanecía inmóvil, abstraída en el paisaje frío del otro lado del cristal. Tan quieta, tan callada, que ni siquiera la veía quien escribía. 

Él acercó la pluma al papel y comenzó a describir la estancia. Despacio, con la delicadeza propia de quien no quiere dejar ningún detalle al azar. La buscó entre los muebles, dentro del armario, debajo de las sábanas. Mas no la vio. 

Ella estaba allí, pero él creyó que la habitación estaba vacía.

Y la llenó con otra historia.


BB.

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