miércoles, 13 de febrero de 2013

Fuego


La mujer abrió la caja y sonrió. Mueca triunfal, cargada de orgullo. Incluso en la penumbra de la sala, se podía leer un brillo de maldad en aquellos dientes enmarcados por dos labios vestidos con impecable carmín rojo. Sacó del interior del baúl un libro y lo hojeó con desinterés. El gesto con que lo dejó caer de nuevo parecía tan natural, que nadie hubiera podido asegurar que fuera ensayado. Colocó un cigarrillo en su boca y lo acercó a la llama de una cerilla. Sin apagarla, la tiró dentro de la caja. El resplandor del fuego en sus ojos contrastaba con la negrura de su pelo. 

Permaneció inmutable ante el espectáculo que había iniciado. Observaba las llamas, pero su expresión no denotaba satisfacción, ni desprecio. No había nada. De un bolsillo, extrajo un trozo de papel arrugado y, apoyándose en una mesa cercana y llena de polvo, escribió tres palabras con caligrafía impoluta:

Ven a buscarme.

Apagó el cigarro con indiferencia y salió de la estancia haciendo restallar sus tacones sobre el suelo de madera.


BB.


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