Sólo hablaba de sí misma. Yo, me, soy.
Sabía hablar en público. Se notaba en su fluidez de palabra que
tenía experiencia en desarrollar ideas, en sonreír al interlocutor y en
convencer aunque la frase estuviera hecha únicamente de humo. Y también se entreveía que tenía prisa por impresionar. Se esforzaba por contar su recorrido y sus
logros. Su porqué. Yo, yo, yo.
Su salvavidas era una libreta. La apoyaba en las rodillas y
escribía con nerviosismo, saltando entre páginas sin orden aparente. Se
agarraba a aquel cuaderno para no naufragar en el diálogo y continuaba hablando
de lo que la apasionaba. Yo, mi, me.
Ni siquiera se preocupaba de si su público seguía prestándole
atención. De si aquellas tres personas sentadas frente a ella en el sofá la
escuchaban o se fijaban en la manera en que se apartaba el pelo de la cara.
Quizás dejaban correr los segundos estudiando la raya azul que le delineaba los
ojos.
Y ella hablaba sin trastabillar, ajena a su propio monólogo. Con su palabrería quedaba lejos de todo. Hasta de su propia soledad, que la había traído a aquella habitación en el centro
de una ciudad que desconocía.
Cuando yo, yo, yo.
BB
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